Tributo a las mujeres que desandan el camino del dolor, del no ser para encontrarse en plenitud y templanza. No es imposible cuando hay un cuidado amoroso: la amistad. Abrazo a la que lee
El éxito
en la vida no se mide por lo que has logrado,
sino por los obstáculos que has tenido
que enfrentar en el camino.
Tú y
sólo tú escoges la manera en que vas a afectar
al
corazón de otros y esas decisiones son
de lo
que se trata en la vida.
TEJIENDO
Como se ha hecho ya una
costumbre, transito la noche con vos en mi universo personal, ése que vamos
recreando pero que se transforma en cosmos de a dos a través del vínculo que se
va tejiendo. Fijate: tejer. Maravilloso acto creativo, cuyo producto
(generalmente) es el abrigo, el elemento que dará calidez y cobertura frente a
las inclemencias climáticas pero también se teje un tapiz, abarcando creatividad
imagen, y color; y se tejen mantas que
cubren y refugian. Tejer: unir, entrelazar, dar forma, combinando texturas,
colores y figuras; poniendo en el
proceso creativo el contenido interno, la idea, lo que se ha aprendido para
ejecutar el acto de creación. Tejedoras, vos y yo, enlazando los hilos
invisibles pero tan reales de los que nos compone, compartiendo, enlazando
junto al verbo lo sentido, lo vivido. Hasta, en mi caso, poner en la trama mi
miedo al que vos complementás con el resguardo. Para eso es la amistad, para
dar cuidado, incluso el cuidarse de una misma. ¡Me lo dijiste tantas veces! Y
el ovillo que el destino, o mejor expresado, las decisiones personales, fueron
enrollando se va abriendo, soltando,
para proveer la materia con la que vamos armando nuestro tejido de vida o no
vida. ¿Te acordás cuando te pregunté qué será la Soledad? Te conté que para mí eran
muchas: la soledad que sentía cuando me tenía que encerrar en el cuarto,
rezando para que si se emborrachaba no fuese de odio sino de cansancio y se
durmiera. O la soledad en el hospital a punto de parir a Pilar y darme cuenta
de que nadie más que los médicos y las enfermeras iban a compartir su
nacimiento conmigo, él que andaba con sus cosas, mi familia que ya no me
hablaba y vos, amiga-hermana, de vacaciones tan lejos. O la soledad de cuando
no alcanza el dinero y tener que imaginar mil posibilidades para hacer la comida.
Sí, hay muchas soledades, incluso las de las noches en que tejo, y tejo, con la
esperanza de hacer algo bonito y que se venda rápido. No quiero hablar de él,
vos lo sabés, pero él seguirá estando ahí, en mi interior, en ese punto en que
el miedo, la desconfianza, la tristeza, el amor, el dolor, la culpa se mezclan
y hacen un nudo imposible de desatar. Él seguirá estando, lo sé. La psicóloga
me dice que forma parte de mí. Y todos los días peleo contra eso. Y encima esta
pierna que no me ayuda para nada, y que me recuerda a aquella noche en que la
borrachera fue de odio y en la que supe que había llegado a mi límite. Fue una
suerte que Pilar llamara a la vecina, sino perdía más que la pierna. Sigo entrelazando
con soltura. Ya aprendí a hacerlo. También voy uniendo, suavemente, con
cuidado, el hilo más frágil que provee el dolor con el hilo más resistente que
dona la alegría. Hubo que transitar por tanta oscuridad solitaria para llegar a
la luz que acompaña. Y la benevolencia (de tu parte) junto al asombro de tanta
intensidad (la mía) van poniendo formas en la textura de un de un tapiz que nos
une; hay paz, hay sonoridad, claridad, mientras desovillamos la historia que
nos conforma. Tejedoras, amiga mía, superviviente en mi caso, por tu mano
tendida. El aprendizaje es el que marca, no el de los libros
(a ése accede el común de las gentes), sino aquel en que hay que dejar atrás
parte de lo que se era, reformularse y dar
paso a la parición de lo que transforma, desde las entrañas hacia el latido,
desde la idea hacia la piel, desde lo más arcano hacia una verdad conquistada
con paciencia, esfuerzo, tesón, honestidad, humildad y entrega. Si él me
lastimó es porque yo se lo permití… ¡Cuánto me costó comprenderlo! Aceptar para
comprender, comprender para cambiar, cambiar para crecer, crecer para
aproximarse al conocimiento y dar la respuesta adecuada. La sabiduría que (¡en
tantas ocasiones!) se nos hace esquiva. Pero que, cuando nos alcanza, nos
ilumina y nos rescata de la encarnadura. Y las soledades se fueron
desovillando, hasta ser sólo alguna idea que en cuanto viene la dejo de pensar.
Ésa, es, en definitiva mi tarea y titánica, vos lo sabés. Lo bueno es que Pilar pudo perdonarme, darse
cuenta de que necesitaba ayuda porque todas las soledades se hacían una sola,
grande, inmensa, paralizante. Ella es una joven tan plena y capaz que siempre
me dice: mamá, no voy a esperar a un cachetazo, va a ser demasiado tarde. Si un
novio me dice “a ver qué tenés en el celu” ¡Lo saco de mi vida de una! Yo la
miro, sonrío, sé que ella sabrá cómo enfrentar a las soledades. Se me ocurren
tantas cosas a compartir contigo, amiga-hermana, que fuiste paciente conmigo
hasta que me viste salir de mí misma y crecer. Aprendo de vos, con vos, un alma sabia sobre las ciencias y las conciencias. Peregrina de senderos
con historias. Apuntalándome con la terapia, hasta me conseguiste la psicóloga
y todo en el Centro de la Mujer, y me acompañabas al curso de tejido, tanto que
terminamos por hacerlo juntas. Y con cada charla disfrutada con vos mis
ganas de seguir tejiendo se multiplican. Me has indicado que no te agradezca
más por lo que vas generando, depositando y extrayendo; pero es inútil, no
puedo dejar de dar las gracias, a vos, a la vida, a los médicos, a la
trabajadora social, a Dios, al programa de Apoyo contra la Violencia de Género,
a la psicóloga, a mi familia que comprendió que mi alejamiento era también
parte de nuestra enfermedad, la de los dos, la de él y la mía. Y gracias también a la Justicia que supo poner
las cosas en su lugar. Él no volverá a lastimarme, aunque salga, aunque quiera,
porque yo ya no soy la que era en medio de tantas soledades, no me va a
lastimar más porque yo no quiero y no volverá a pasar. Y en vos encuentro la
calidez, el respeto, la confianza, intuyo que no necesito del resguardo porque
vos lo sos, como la caja segura y fuerte, tal como me lo expresaste cuando salí
del hospital. Y eso, creeme, es algo muy
importante para mí, tanto que puedo ser una Mujer y no la sombra de una soledad.
Ojalá que alcance el último logro y pueda ir tomando las decisiones que me
depositen en el sendero de la felicidad (y compartirla). Que Dios te sostenga
en la palma de su mano y feliz vida, amiga-hermana, mujer, tan única y tan
cálida. La amistad sirve para eso, ¿no? Para cuidarse, incluso de una misma. Y no se
me ocurre más que seguir tejiendo. Tejer
y tejer, entrelazando, uniendo, creando… Con alegría. Con alegría y con la
certeza de la comprensión.
Abrazo
estacionario.
Tu amiga-hermana

Da tanta tristeza pensar, que esto no es un cuento de ficción, es la realidad de miles de mujeres que han de hacer un tortuoso camino, para alcanzar la libertad de su propia vida: ¡Cuántas no lo consiguen!
ResponderEliminarLa importancia de tener a quien contar, la necesidad de que te escuchen, la prioridad de que te crean. Es el camino que hay que hacer.
Esto no es una lucha solo de mujeres, los hombres han de ponerse al mismo paso, para terminar con esta lacra.
Gracias por poner de manifiesto el tema, hay que hablar hasta la saciedad, sin límites, el mensaje ha de llegar a todos los rincones y anidar en las conciencias.
Pentimento
Exactamente así, mi querida Pentimento! Este relato intenta poner en debate la desigualdad, la incomprensión, la soledad, el dolor por el que transitan tantísimas mujeres sin importar su condición social. La Humanidad atraviesa un tiempo de tecnología alienante, una época de individualismo e instantaneidad. Hay mucho, muchísimo por hacer! Mi granito de arena es éste: ponerle voz a las que no la tienen. Abrazo grande, amiga mía. Gracias por estar.
ResponderEliminar