Madurez y juventud es promesa de encuentros y aprendizajes mutuos. La pintura es "Retrato de dos mujeres" Diego de Rivera, 1914. Abrazo a la que lee
NUNCA FUE INOCENCIA
Es domingo y a pesar de la fecha, fines de noviembre, afuera persisten los residuos del invierno que parece haberse estacionado; sopla una brisa fresca; llueve. Pongo un tema de Brian Adams, preparo el café, mientras el aroma se expande, voy a la biblioteca y busco el libro de Winterson, el primero que me regalaste, Fruta Prohibida, pero que en inglés su título es Las Naranjas no son la única fruta, por eso de la obsesión de su madre con ese fruto, quiero releer la parte en que la protagonista decide abandonarlo todo por la necesidad de encontrarlo todo. Pienso en vos, obvio que te pienso, el café está listo. Escucho el golpeteo del mar en los acantilados, se me ocurre que hoy es la despedida del ayer para acunar el mañana. Sonrío al recordar a la alumna destacada, la sagacidad de sus comentarios, sus preguntas punzantes, provocando mi atención; el ego académico estimulado y el instinto femenino aguijoneado; tanto que lo primero que hacía al entrar al aula era buscarte con la mirada, tu sonrisa siempre fue luminosa. El café me reconforta, me siento en el escritorio, ritual de cada domingo que no sé si lo seguirá siendo, enciendo el ordenador para trabajar, pero en vez de un archivo con un ensayo abro la carpeta que contiene tus fotos, bueno, nuestras fotos; quiero, necesito, hacer el recorrido desde ese primigenio instante en el que te supe y me acepté. Una mujer madura arrebolada frente a la potencia de la juventud, una rutina que estalló como los fuegos de artificio de las navidades, donde todo se transformó en novedad, en alegría, en un júbilo pero con la sombra permanente del miedo a no poder ser. ¡Cuánto esfuerzo para no claudicar! Todas las estrategias para no ver, no arriesgar; esa necesidad de no dejarse llevar por lo que a priori parecía una locura, tanto barruntar mis miedos hasta que opté por el laissez faire, te dejé hacer, me abrí y una vez que horadaste mi defensa no puedo dejar de expandirme y re-conocerme en ti. Nunca antes me había pasado que alguien me arrebatase los dientes para encontrarme en un beso, o que me vaciara los ojos para darme tanta visión. Que me traspase cuerpo y alma para ponerme piel. Jamás nadie me surcó la mente para depositar la semilla de la duda y el deseo que abate a la razón, nunca nadie puso antes el latido que anula el sonido de mi corazón, convirtiéndolo en un latido único, acompasado, sentido por dos. Porque estás en mí; componiéndome, no desde ahora, sino desde el inicio, en un tiempo que miden los hombres, pero que sabemos, es inconmensurable; el tiempo del amor entregado no tiene reloj, ni almanaque. No entiende de horarios, ni de principio ni de fin. Ya está dispuesta la habitación que dejará de ser el refugio de la unicidad para ser un espacio de encuentro y exploración. También he dispuesto mi estudio en la habitación de huéspedes para dejar la sala libre para los juegos y la danza. Porque eso es lo aprendo contigo, a jugar y a danzar, a no medir nada más que la alegría y el movimiento, la música del cuerpo en el opus de la entrega. Eres la maga, la mujer, el misterio, la razón y el sentido, brazos que estrechan en dulce y deseado sofoco. Este domingo siento que no hay espacio para la cordura, (ni la quiero), domingo en que me desando como mujer acorralada entre la sabiduría y el instinto, entre el verbo y la acción, entre el deseo y la defensa, entre los “sí” y los “no”. Entre lo absurdo y lo certero, entre lo deseado y lo querido, certeza que trastoca la feminidad y la esencia. Descubro que el sentimiento está en mi abismo, insondable, con giros de historias y recuerdos, ese abismo que has tocado, esa profundidad a la que nadie ha tenido acceso. Mi centro es deseo de ti, mi preciosa luz, pequeña flama que hace que tiemble, dance, cree claroscuros y ponga sentido en el desamparo que supe ser. Sé que yo ya no soy yo, porque estás tú en cada referencia de mi ser, ansío que tus manos encuentren en mí la argamasa en la que hagas tu obra mejor. Tus manos, manos que amo, tu ser que amo. Mi desafío es asumir este estado, para recuperar un eje, un equilibrio, tan necesario para encontrarle el sentido a la vida; con tu sonrisa ensanchando la casa, coloreando este mar gris que me acompaña desde siempre, los acantilados sabrán, al fin, de lo soleado que es el amor, por eso eres Sunshine, la dadora del sol. El mundo que transité pasó a ser una ficción soñada, y no recuerdo en qué momento los espejos astillaron lo que alguna vez reflejaron, y aunque la percepción estaba, no quería ver que tu realidad era la mía. Que tus necesidades eran las mías. Que tu mundo abarcaba al mío. Que tus besos eran como los míos; que el coraje era nuestro. Aprendo, y trato de comprender. Una niña mujer que me transforma en hembra; sé que yo ya no soy yo, porque estás tú en cada recoveco que me forma y que exploramos juntas. ¿Por qué sigo respirando cuando no quiero, ni siquiera, seguir latiendo sin ti adornando mi espacio, ocupando mi tiempo, iluminando mis claroscuros? Fue lo que me pregunté; y entonces supe que la respuesta era regalarte mi mundo, apropiarme del tuyo, y que se ría la gente. Tu cara iluminada, puro sol, vívida y lúdica cuando te lo propuse. Convivir y crear; la música, el silencio, ir al trote, o al galope o estacionarnos en la playa pedregosa, al pié del acantilado, respirando el mar; según lo deseemos. Mi casa es tu casa, soy tan tuya como te quiero mía, te dije mirándote con la esencialidad de mi ser. Lo eres y también yo lo soy; fue tu respuesta. Me sirvo otra taza de café, ahora voy al estante por el segundo libro que me regalaste, Escrito en el cuerpo, esa obra tremenda de Winterson, que nos unió en discusiones de semántica, estilo, la transgresión y la marca. Te descubrí. Te sentí. Necesité de ti. Me supe tuya. Ahora comprendo que siempre supiste, desde el primer momento. No hubo inocencia, y me regocijo sabiéndolo. Miro el reloj, faltan un par de horas para que llegues en el tren, único servicio dominical, debo ir por ti a la estación; repaso mentalmente cada detalle, cada resquicio, cada instante y encuentro la paz. El destino me pone frente a mi propio espejo, para descubrir que el cien por ciento es todo y es también nada, tú en mí, descubriendo alas de pájaro, poemas de amor, sonido y expresiones, jugos y juegos; tiempo de remanso para que no nos duela tanto la vida y recuperar la inocencia que en algún momento, nos arrebatamos. La inocencia que nos adornó pero que dejó de ser pureza cuando la cotidianeidad nos robó la magia, cuando la realidad se quedó con la ingenuidad y el encanto. Antes del juicio académico elegí el amor. Por eso mi retiro, mi renuncia anticipada y este estar en la casa de descanso, el pueblo de pescadores, que es salitre, cerveza y mar. Retiro que es un redescubrir. Retiro que es renacimiento. Retiro que es tu llegada. Pienso en todo lo que ya es: en una cocina cálida, con aromas, sabores y colores; en un lecho en donde la generosidad nos eleve al éxtasis, noches sacramentales y días de júbilo, compartiendo el arte, ideas, caminatas, libros, conversaciones, sentidos y el mar, nuestro mar. Pienso en aquellos silencios en los que todo es dicho, en aquellas miradas en las que se reflejan el universo, el cosmos creado por un latido ámbico, con una unión infinita; todo lo que ya es, Sunshine, la pureza que pudo sobrevivir en medio de la cruel cotidianeidad. La libertad es un beso, un encuentro, un miedo con coraje, una mirada buscando la certeza ansiada. La libertad en un silencio y también en la palabra, sí, sí: mi libertad eres tú. Con las llaves del coche en mano, cierro la puerta de la casa para ir a la estación, llegarás, estaré. Nunca fue inocencia, saberlo me libera. Ahora es cuando comienzo a vivir.

Comentarios
Publicar un comentario