Aquelarre
Desde hace tiempo
que tengo una cita, por la noche, a veces anhelada, a veces obligada, a veces
como botella con mensaje lanzada al mar. Es una cita con mujeres de muchas
partes y casi de ninguna, porque todo queda librado al imaginario que vamos creando
y re-creando, noche a noche, juntas. Entre la maraña de nicksnames hay un flujo
vital, lúdico, potente. Mujeres que no danzan con lobos sino que buscan ser las
lobas para correr, explorar, descubrir, expandir. Tertulia. Encuentro.
Reconocer(se) en otra. A veces, en medio del run run de frases y acotaciones,
se abre la puerta de un jardín, surgen flores y hierbas, rincones y
claroscuros, y es ahí en donde todas deslumbran anhelos… Esos que nos
conforman, que ponen ansias y deseos pero que tratamos de que no sean tan
evidentes. Todo transcurre como en una ronda, donde rodeando con las manos
entrelazadas y rientes, a una, por lo general “La Jardinerita”, que se debate
por cruzar el jardín sin que sea rozada por las espinas o la maraña que,
supuestamente, avanza para atraparla. Entonces los instantes son lúdicos,
lúcidos, con la impronta del chascarrillo perfecto o el sarcasmo sugerente. La
Jardinerita, que noche a noche, desanda los jardines que se le van a travesando
y que a estas alturas ya se ha
conformado en un laberinto que además de florido es intenso en sus luces y
difuminado en sus sombras. Y todas, estando en el lugar que estamos, donamos
regaderas para que esos jardines no dejen de estar apetecibles y umbrosos. En
otros momentos el pretexto son los abalorios. Un sombrero, una servibraga,
tirantes de pantalones, canicas, martillo y lo que nunca falta: chocolate. Y el
aquelarre transcurre entre risas, ahogos cuando alguna salpica a otra cuando ya
no puede tragar y carcajear a la vez, porque (y hay que decirlo) muchas cenamos
mientras nos acompañamos. El hallazgo de la servibraga fue el que nos ha dado
un vínculo distinto, único, esa complicidad que sólo se puede dar entre
amazonas de la vida que ya tienen una historia con cicatrices; algunas sanadas
y apenas visibles, otras en proceso de sanación y requieren de cuidados (que
estamos prestas a dar).Y nos miramos, nos cobijamos, nos entrelazamos. Y esa
palabra: neologismo hermoso de juntar servilleta y braga, nos incita a abrir la
corola, porque los pétalos están plenos, luminosos, entonces es cuando nos
descubrimos mujeres sin ataques, sin nervios, mujeres que laten. Y la
servibraga da para cortar infinitas telas, coloridas, festivas pero nunca falta
quien diga que la quiere “de animal print” provocando que lo lúdico pase por lo
picaresco, entonces hay un revoloteo y de la servibraga se pasa al juego de las
casillas, esas que nunca entendimos bien pero en las que todas figuramos. Así
es como la de los múltiples apodos nos fue llevando, por un par de meses, de
visita en visita, de casilla en casilla y nunca terminábamos de acomodarnos
pero, eso sí, atentas a la que era anfitriona y con la mirada puesta en la que
llegaba aunque no siempre se dio lo que esperábamos, todas cómplices,
seguíamos el derrotero. Esta cita, mi cita nocturna, pone en mí la alegría de
lo lúdico, del encuentro, de la creatividad hecha palabra. Observo. Leo.
Imagino. La gitanita que pone magia, chispa, desafío, lance, travesura y
divertimento. O la “esposa” de Robert, que siempre lanza un “jajaja” como toda
respuesta (sea la que fuere), apareciendo y desapareciendo de a ratos. O la
niña del “ñic ñic” con su martillo de plástico que demuestra más picardía de lo
que una se imagina, también la que es femme, dulce y cariñosa, un mimo entre
tantas curtidas. A veces la broma de la exiliada que anda de aquí para allá por
otro continente pero que no olvida el “Negri” cariñoso de su tierra. Mujeres…
Espacios-tiempos que se alinean sin importar distancias ni horarios. ¡Mujeres! Y
descubro que Bonnie and Clyde juegan a “esconderse” de la mirada escrutadora,
la de pecas que se ruboriza, la habitada que se solaza, ambas con la delicadeza
de lo sutil, de lo femenino, del cuidado, del respeto que fluye, en armonía. Y yo
regalando sombreros e incitando a la complicidad, participando sin invadir. Somos
ráfaga, pulsiones, en esta cita nocturnal todo transcurre bajo la atención
lúcida de la Magister, que tiene su vasito de leche y trata de no sancionar
pero sí poner criterio, su apodo es ambiguo pero concreto a la vez, descriptivo de
la fragilidad de lo humano. Ella es la que hace el resumen de la noche, con la
sensibilidad de un pintor impresionista, que traduce en una pincelada lo que
nosotras mostramos. Se retira pero queda la reflexión y es ahí que nos unimos
en un latido, porque a la Magister la amamos, algunas lo decimos, otras
demuestran respeto y todo se resume, al fin, en admiración. Ya sé, lector (o
lectora) que pensáis “¿Y a qué viene tanto cuento?” Y yo les respondo: Viene
como canto a la vida. Esta cita nocturna, aquelarre de lunes a lunes, es como
la barca que nos traslada de muelle a muelle, como el bus que nos lleva desde
un punto a otro, como un sendero que nos indica el sentido de la caminata. El
oasis en medio del desierto hostil, el recreo ante tanta crispación y
exigencia. El aquelarre que nos aúna en noches de fiesta, de paz, de encuentro
porque la vida (en el día a día) se ha convertido en una batalla, sobrevive no el más apto, no el
más fuerte sino el que tiene conciencia de su poder (poder disponer, poder
exigir, poder establecer lo cotidiano para millones de personas). Contarle de las Amazonas. Guerreras de la
vida. Sobrevivientes de amores, desamores, encuentros, desencuentros. Faros.
Mojones. Mujeres. La cita nocturna se ha convertido en el punto de “estoy
contigo porque aprendí a estar conmigo” y desde ese lugar la humanidad que nos
compone se expande, se sana, se esperanza. Mujeres, a cabalidad, con todo lo
que contiene esa palabra como significado y referente. “Nuestra cita”. Que es
aquelarre. Que es solaz. Que rompe las barreras de lo imposible. Multiplicidad
de países convertidos en una sola Nación, porque en “les_maduras” no
necesitamos de fronteras para reconocernos parte de un pequeño todo. Y eso,
querido lector, estimada lectora, es un milagro en tiempos de imposturas. Por
eso se lo cuento, para que sepa que (aún) vale la pena tender la mano, en este
caso virtual, para “saber” que hay otra para sostenerla. Comunidad. ¡Y qué bonito suena! Falta poco para mi
cita nocturna, voy a ponerme cómoda. Sé que será disfrute porque el mundo, cada
noche, es más amable con las amazonas que cabalgan con tenacidad la vida misma. Hasta la próxima, lector, lectora, le deseo que pueda tener Usted también un aquelarre que lo complete y le regale instantes de alegría con sonrisa plena.

Por fin arrancó el blog, irás llenándolo con trocitos de vida que se sucederán en tu día a día, compartirás tus pasos en ese nuevo mundo que has elegido, con Barry golfeando por el campo comiéndose los días con el descubrimiento de una vida lejos de la ciudad, mientras Negro vigila que todo siga en orden. Aquí estaremos esperando las historias que nos quieras contar, trazando ese dibujo de tu vida. Un cálido abrazo.
ResponderEliminarPentimento
Mejor descripto imposible. Gracias, amiga! Abrazo enorme
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